DEDOS DE LUNA
Toño vivía en Guerrero y trabajaba con su abuelo, don Gregorio, que era la persona más tierna que conocía. Más tierno que la hierba mecida por el viento y que las palomas que se arrullaban en el camino.Don Gregorio hacía las máscaras que se utilizaban para la danza de la cosecha: retratos esmaltados y brillantes, diablos de ojos penetrantes, reyes, murciélagos o sapos, monstruos de ojos vacíos. Las hacía en zompantle, que es una madera seca y ligera.- Una máscara no debe ser una carga -decía el abuelo-, sino parte de la cara: ligerita como un velo para que hasta los pies se sientan livianos cuando bailen por el cambio de estación.Un día, escuchando a su abuelo, Toño se quedó mirándole las manos. Eran unas manos maravillosas, morenas, bordadas de arrugas y gruesas venas. No eran grandes, sino largas y fuertes, de uñas anchas y planas, rematadas por lunas blancas.-Abuelito -dijo Toño-, tienes lunas en los dedos, ¡mira qué grandes y blancas!- Sí -dijo el abuelo: sus ojos oscuros chispearon con humor- tengo dedos de luna.- ¡Dedos de luna!, ¡dedos de luna! - Toño se reía y bailaba con una máscara a medio terminar.A veces, mientras trabajaban, don Gregorio le contaba las historias de danzas que tanto le gustaban al niño. También paseaban y se reían juntos.
Un día, don Gregorio colgó lentamente una máscara en la pared, que relucía con el reflejo del sol poniente. Era la cara de un anciano.- Creo que ésta será la última máscara -dijo- Cuando me vaya, tú vas a hacer las máscara.- No, no te irás, abuelo -dijo toño- Te quedarás conmigo para enseñarme a tallar y a pintar.- Pero no siempre -dijo el anciano.Una noche, días después, apareció en el cielo una media luna. Un tecolote cantaba. Y don Gregorio murió.Toño no podía creer que su abuelo se hubiera ido. Sentía dentro de él una soledad desconocida.Un día, Toño caminó con desgano hacia el taller. El olor a pintura y madera lo saludó y las lágrimas llenaron sus ojos. Pensó en los dedos de luna. ¡Cómo le hubiera gustado acaricarlos!
Vio las máscaras de la pared. Miradas fijas, vacías, insolentes, y las odió. Las odiaba a todas. Quería olvidarlo todo.Y con golpes feroces arremetió contra las máscaras, enchuecando algunas y quebrando otras.Las máscara del anciano lo miraba con malicia. Toño la tiró al suelo. La cara quedó herida.-Yo también lo quería .susurró alguien en el silencio. Toño volteó lentamente. Era su madre.- No es justo -dijo Toño-, teníamos tanto qué hacer juntos. Me iba a enseñar.-Nunca estamos preparados para perder lo que queremos -lo interrumpió su mamá-. ¿No fue una alegría tener un abuelo como el tuyo, un hombre cariñoso que hizo cosas bellas? ¿No fue un gusto aprender de él?, ¡ver el mundo a través de su bondad? No te enojes por lo que no puedes cambiar -añadió la madre-. Tu abuelo se ha ido, pero tenemos recuerdo de él. Mira las máscaras que dejó.Toño no podía hablar. Levantó la máscara rota y la abrazó, entonces apreció su belleza y tranquilidad. Pensó en los dedos de luna trabajando la madera con paciencia y amor.Deseaba hacer algún día máscaras tan finas como las de su abuelo. Lo intentaría con toda su alma.
Tony Johnston
de hecho tenia tiempo buscandolo hasta llegue a penzar que me lo habia imaginado...... me encanta ese cuento de hecho me llamaba mucho ka atencion las ilustraciones de las mascaras....
ResponderEliminargracias por el cuento de hecho mi hijo que tiene ahora 6 años me dice que se lo cuente por que le platico mucho a mi esposa de que lo queria encontar.
esa historia la recuerdo perfectamente
ResponderEliminarla leia de niño
he igual me hacia llorar
y el viejo de la ilustracion se parecia un buen
a mi abuelo
ha como lo recuerdo
amo esta historia es como si describieran ami abuelito
ResponderEliminarHoy después de meses de ausencia por estos rumbos, decidí visitar este olvidado blog, y me topé con sus comentarios que me hicieron sonreir.Gracias, bonita semana.
ResponderEliminarCasi lloro al leerlo nuevamente... Este cuentito se lo regalaron un dia a mi chaparrito y yo se lo leia y releia, le gustaba tanto que lo motivó a aprender a leer antes de tiempo. En casa tenemos la idea de que los libros deben fluir e ir a otras manos para que los demás puedan tambien leerlos, asi que mi chaparro se lo pasó a uno de sus mejores amigos y asi se hizo una cadena bien grande con los niños del mismo colegio. Mi chaparro ahora tiene 16 años y aún se acuerda de "Dedos de Luna". Gracias por no dejar que se pierda algo tan lindo
ResponderEliminarAhi esta el enlace oficial, lo hicieron los dibujantes y cuentistas de colibrí.
ResponderEliminarhttp://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/colibri/cuentos/vendedora/htm/sec_5.htm
Para quienes han leido y quienes leeran este blog, esta es la página oficial que para los que disfrutaron:
Ahi vienen muchos de sus cuentos con ilustraciones.
Agradezco mucho por tu aporte, me encanta esta historia y muchas más que venían en los libros de español lecturas de la SEP.
ResponderEliminarRecordar es vivir! Agradezco tu aporte de todo corazón mi hermano. Esto es lo que necesitamos los mexicanos para forjar una generación de lectores.
ResponderEliminarMuchas gracias po compartirlo. De niño mi madre me lo leía cada noche, venia en un libro de la SEP. Marco mi vida de lector.
ResponderEliminarHoy soy periodista y se lo voy a leer a mi hija.
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ResponderEliminarHoy leyendo con mi hijo llego a mi memoria, al leerla seme quebraba la voz. Y llegaron los recuerdos en esos dias perdia a mi abuela q igual q a Toño me queria de esa manera y yo a ella .recuerdos solo recuerdos
ResponderEliminarHoy leyendo con mi hijo llego a mi memoria, al leerla seme quebraba la voz. Y llegaron los recuerdos en esos dias perdia a mi abuela q igual q a Toño me queria de esa manera y yo a ella .recuerdos solo recuerdos
ResponderEliminarLeí un comentario por ahí que decía que pensó que se había imaginado esta historia por tanto que la busco.
ResponderEliminarRecuerdo que me pasó algo similar y ahora que vuelvo a leerla siento la nostalgia de la niñez, en mis épocas de primaria solía leerla mucho y ahora ya de 26 años he perdido a mi abuela hace 3 años y pensaba en el sufrimiento y la melancolía qué surge al leer este cuento.